lunes, mayo 11, 2015

La forja de valores exige educación

La Defensoría del Pueblo junto a la Casa Museo Grau,  han lanzado  recientemente la Cruzada de Valores: ¡Miguel Grau persona honesta ¡ (…) ¿Y Tú?, que tiene como objetivo el fortalecer los valores ciudadanos en los niños, niñas y adolescentes de la Región Piura.
La campaña es loable, y  denota una preocupación  de la sociedad piurana- representada por diversas instituciones – por trabajar conjuntamente para  que  los niños y jóvenes piuranos  fortalezcan  sus valores ciudadanos, teniendo a Miguel Grau  como el paradigma del ciudadano que el Perú necesita.
El Caballero de los Mares  es un magnífico referente y todos  estamos orgullosos de su actitud heroica en defensa del Perú.  Y en esa línea es importante recordar que el acto heroico del 8 de octubre,  fue  el culmen de esa personalidad fuerte, que  fue forjada en la lucha diaria de las virtudes vividas con naturalidad desde su infancia y de ese vehemente deseo de servir a la Patria, que ha trascendido hasta nosotros.

 Desde esa perspectiva  señalamos que los valores no se imponen,  ni se improvisan, sino que exigen  educación, experiencia, cultivo,  apoyo, y compromiso para que se  consoliden en las personas y se sustenten en la sociedad. La campaña requerirá entonces que cada una de las instituciones comprometidas  no se limite a señalar los valores que deben fortalecer los niños y jóvenes, sino que todos los ciudadanos podamos vivirlos, experimentarlos, en la actuación diaria de nuestras  instituciones. 
Somos personas honestas?
Todos diríamos que sí, sin lugar a dudas.  Pero si revisamos su significado, la respuesta no sería tan rotunda. La honestidad constituye una cualidad humana que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y justicia y con la integridad moral. La honestidad es el fin de los actos humanos y de la conducta moral de la persona y de la comunidad humana y está relacionada con la ética  como actitud de vida, que nos permite apostar personalmente por la excelencia humana, a optar libremente  por el bien,  y la verdad -  en aras a lograr el bienestar  de  la sociedad. La persona tiene la obligación de ser ética, de reconocer que sólo, como afirmaba Sócrates, cuando opta por ser honesta y buena,  puede conseguir lo que representa  su verdadero beneficio.
En palabras sencillas diremos que seremos personas honestas si  tratamos  de cumplir siempre con nuestro deber, de la manera más idónea y en el momento más oportuno, en los distintos roles – padres, autoridades, profesionales, amigos etc.- que desempeñemos en la sociedad,  a pesar de las dificultades.
Quiénes  podemos educar?
La familia es la primera y la más importante fuente para la educación en valores,   con la naturalidad de vida y el cariño de los primeros años, y el conocimiento del qué,  el por qué  y el  para qué  de cada uno  de los valores (criterio ético) y  su encarnación en virtudes  personales en la adolescencia y juventud: Si nos inculcan el valor de la justicia,  vemos que  nuestros padres son justos en sus acciones,  luego intentaremos ser justos   en cada una de nuestras acciones humanas y aunque haya batalla interior,  su práctica habitual hará  que finalmente  tratemos de ser justos  y que nos cueste cometer injusticias porque al hacerla , dañamos a otros  y  nosotros mismos devaluamos nuestra personalidad; y  además exigiremos justicia.
Junto con el  ejemplo  de los padres, está el de los profesores, los jefes, nuestros colegas,  y   de todas las personas con autoridad  que conocemos y nos rodean.
Todos  podemos  enseñar  valores con una actuación coherente de vida, acorde con lo que pensamos y decimos ser: si defendemos a la familia, no aboguemos por el aborto, o  neguemos  la paternidad  a los hijos.  Con  una unidad de vida,  con semejante jerarquía de valores en la vida personal y de  familia, como en la vida pública.  Con una  actuación libre y voluntaria sustentada  en principios  y convicciones y no en conveniencias  o intereses personales o particulares.    Y   seguro que cometeremos errores y equivocaciones, pero nuestra conciencia formada nos permitirá  reconocerlos y enmendar, pero no excusarlos y menos delegarlos.
 Promoviendo una visión antropológica de la persona humana -con  una naturaleza existencial y espiritual-, que nos lleva a respetar la dignidad de cada una de las personas y a no considerarlas como medios o instrumentos que nos sirven para obtener beneficios, favores, utilidades.
Esta visión se refleja en la calidad humana de Grau, en su generosidad que trasciende hasta el enemigo en situación de guerra. Tal vez nunca nos encontremos en la situación de dar  la vida (física)  por nuestra patria, pero creo que  no hemos hecho   los suficientes esfuerzos para  asimilar todas aquellas  virtudes  de su calidad humana  en nuestras vidas  personales para servir al Perú.  
Son solo algunas ideas para iniciar  esta formación ética en todos los niveles: en el hogar, las escuelas, las universidades, las empresas, las organizaciones, los partidos políticos, la gestión pública etc. Los niños y jóvenes deben experimentar la satisfacción de hacer las cosas bien  y estar convencidos de que  la elección libre del camino correcto- ética, no derecho-  nos beneficiará como personas y nos permitirá ir orientando la brújula hacia el bien, como finalidad humana.
Pintémonos la cara, color esperanza, como dice la canción de Diego Torres, y apostemos ya por ese cultivo de valores en la sociedad piurana!
Publicado en el suplemento Semana  del diario El Tiempo, el domingo 10 de mayo de 2015.

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