La campaña es
loable, y denota una preocupación de la sociedad piurana- representada por
diversas instituciones – por trabajar conjuntamente para que
los niños y jóvenes piuranos
fortalezcan sus valores
ciudadanos, teniendo a Miguel Grau como
el paradigma del ciudadano que el Perú necesita.
El Caballero de los
Mares es un magnífico referente y
todos estamos orgullosos de su actitud
heroica en defensa del Perú. Y en esa
línea es importante recordar que el acto heroico del 8 de octubre, fue el
culmen de esa personalidad fuerte, que
fue forjada en la lucha diaria de las virtudes vividas con naturalidad
desde su infancia y de ese vehemente deseo de servir a la Patria, que ha
trascendido hasta nosotros.
Desde esa perspectiva señalamos que los valores no se imponen, ni se improvisan, sino que exigen educación, experiencia, cultivo, apoyo, y compromiso para que se consoliden en las personas y se sustenten en
la sociedad. La campaña requerirá entonces que cada una de las instituciones
comprometidas no se limite a señalar los
valores que deben fortalecer los niños y jóvenes, sino que todos los ciudadanos
podamos vivirlos, experimentarlos, en la actuación diaria de nuestras instituciones.
Somos personas honestas?
Todos diríamos que
sí, sin lugar a dudas. Pero si revisamos
su significado, la respuesta no sería tan rotunda. La honestidad constituye una
cualidad humana que tiene una estrecha relación con los principios de verdad y
justicia y con la integridad moral. La honestidad es el fin de los actos
humanos y de la conducta moral de la persona y de la comunidad humana y está
relacionada con la ética como actitud de
vida, que nos permite apostar personalmente por la excelencia humana, a optar
libremente por el bien, y la verdad - en aras a lograr el
bienestar de la sociedad. La persona tiene la obligación de ser
ética, de reconocer que sólo, como afirmaba Sócrates, cuando opta por ser
honesta y buena, puede conseguir lo que representa su verdadero
beneficio.
En palabras
sencillas diremos que seremos personas honestas si tratamos
de cumplir siempre con nuestro deber, de la manera más idónea y en el
momento más oportuno, en los distintos roles – padres, autoridades,
profesionales, amigos etc.- que desempeñemos en la sociedad, a pesar de las dificultades.
Quiénes podemos
educar?
La familia es la
primera y la más importante fuente para la educación en valores, con la naturalidad de vida y el cariño de
los primeros años, y el conocimiento del qué,
el por qué y el para
qué de cada uno de los valores
(criterio ético) y su encarnación en virtudes personales en la
adolescencia y juventud: Si nos inculcan el valor de la justicia, vemos que
nuestros padres son justos en sus acciones, luego intentaremos ser justos en cada
una de nuestras acciones humanas y aunque haya batalla interior, su práctica habitual hará que
finalmente tratemos de ser justos y que nos cueste cometer
injusticias porque al hacerla , dañamos a otros y nosotros mismos devaluamos nuestra
personalidad; y además exigiremos
justicia.
Junto con el ejemplo de los padres, está el de los
profesores, los jefes, nuestros colegas, y de todas las
personas con autoridad que conocemos y nos rodean.
Todos podemos
enseñar valores con una actuación
coherente de vida, acorde con lo que pensamos y decimos ser: si defendemos a la
familia, no aboguemos por el aborto, o neguemos la paternidad
a los hijos. Con una unidad de vida, con semejante jerarquía de valores en la vida
personal y de familia, como en la vida
pública. Con una actuación libre y voluntaria sustentada en principios y convicciones y no en
conveniencias o intereses personales o particulares. Y
seguro que cometeremos errores y equivocaciones, pero nuestra conciencia formada
nos permitirá reconocerlos y enmendar, pero no excusarlos y menos
delegarlos.
Promoviendo una visión antropológica de la
persona humana -con una naturaleza
existencial y espiritual-, que nos lleva a respetar la dignidad de cada una de
las personas y a no considerarlas como medios o instrumentos que nos sirven
para obtener beneficios, favores, utilidades.
Esta visión se refleja en la calidad humana de Grau, en su generosidad
que trasciende hasta el enemigo en situación de guerra. Tal vez nunca nos
encontremos en la situación de dar la
vida (física) por nuestra patria, pero
creo que no hemos hecho los suficientes esfuerzos para asimilar todas aquellas virtudes
de su calidad humana en nuestras
vidas personales para servir al
Perú.
Son solo algunas
ideas para iniciar esta formación ética
en todos los niveles: en el hogar, las escuelas, las universidades, las
empresas, las organizaciones, los partidos políticos, la gestión pública etc.
Los niños y jóvenes deben experimentar la satisfacción de hacer las cosas
bien y estar convencidos de que la elección libre del camino correcto- ética,
no derecho- nos beneficiará como
personas y nos permitirá ir orientando la brújula hacia el bien, como finalidad
humana.
Pintémonos la cara,
color esperanza, como dice la canción de Diego Torres, y apostemos ya por ese
cultivo de valores en la sociedad piurana!
Publicado en el suplemento Semana del diario El Tiempo, el domingo 10 de mayo de 2015.
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