Nuestra adicción a las conexiones
digitales son las responsables de separarnos cada vez más. Es
irónico oír que las redes sociales tienen la función de conectarnos con el mundo,
cuando son éstas las que están conduciéndonos
parcialmente a la desconexión y la soledad. Básicamente lo opuesto. Hoy en
día vemos como todo el mundo enloquece por la seducción de las redes sociales.
Sin embargo, existe un efecto colateral muy peligroso que, cabe aclarar, no es
causado por la tecnología, sino por el exceso en su interacción diaria con ella.
La construcción de una comunidad en la
esfera digital ya no va a ser suficiente en la actualidad, ya que las personas
necesitan conexiones físicas, no sentirse solos ni aislados. Nos encontramos en
la necesidad de encontrar algo que nos una, que nos reúna. Las marcas deberían
aprovechar este territorio en el que las personas se encuentran aisladas unas
de otras, para reunirlas y crear un sentido de inclusión.
¿Qué es lo que más preocupa? Que ya no hay
debate social, que la humanidad se está haciendo cada vez más intolerante
al debate de ideas.
En este contexto, las marcas tienen
mucho que ganar conectando personas con ideas afines y uniendo a las personas
mediante una comunidad construida no solo en base a vender productos, sino en
ofrecer una propuesta de valor capaz de conectar y crear nuevas comunidades.
Las marcas no solo pueden construir lazos basados en intereses compartidos al
mismo tiempo que fomentan las conexiones entre las personas y generan debate
social, sino que pueden también ganar grandes seguidores leales y confiables,
que terminarán adoptando la marca como suya, porque se reconocerán e
identificarán con ella. Por esta razón, las marcas deben unirse a la batalla contra el aislamiento y empezar a
crear espacios compartidos que sirven de empujón social.
Daniela FloresTorres, alumna de Mercados de la Comunicación
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